Desgracia de J. M. Coetzee
Existen
varios adjetivos los cuales utilizamos para describir las situaciones que
vivimos día a día, podría calificar mi mañana como agradable, mi niñez le
sentaría bien el calificativo de extraña; pero hay ciertos instantes o largas
temporadas en que la palabra “desgracia“ puede resonar en el ambiente, tocar
nuestra perspectiva y sentir el evento como una experiencia desafortunada; tan
sólo piense, seguramente algún recuerdo se expresará en su mente. No busco
exaltar sus traumas o el derrame de
lagrimas al pedir que piense en una mala pasada, sólo intento poner a
consideración un presupuesto del libro que presento: la desgracia es universal,
muchas veces su caída sobre nosotros es inevitable.
John
Maxweel Coetzee, profesor de literatura
en la Universidad de Ciudad del Cabo, Lingüista, critico literario, ganador del
premio Nobel en el 2003 y sus obras son de las pocas de fácil disposición,
entre los escritores africanos, es uno de los personajes que me encanta citar
cuando alguien pregunta si conozco escritores de África.
En
la novela Desgracia la trama gira
alrededor de David Lurie, profesor de cincuenta y dos años de literatura, quien
mantiene un romance temporal con una bailarina exótica: Soraya. Lurie pierde
sus dulces noches y eternos instantes de satisfacción con Soraya porque ella deja el
trabajo de bailarina; a pesar de la tristeza que esto le causa en poco tiempo
consigue un amorío con Melanie, joven estudiante de su clase la cual seduce a
través de los acordes de música clásica y un vino, claro sin olvidar su
galantería intelectual. La vida de David va en declive cuando se descubre su
relación con su alumna, y ante un actitud soberbia decide renunciar antes de
disculparse en público. Al ser objeto de desagrado, concluye trasladarse a la
granja de su hija Lucy, en la provincia del Cabo Oriental.
Parecería
que nada malo podría suceder a nuestro protagonista pero en la propiedad de su
hija las cosas empeoran cuando se enfrenta a un episodio violento que desatara
una tormenta de eventos, decisiones, posturas realmente desgraciadas. Para no
contar demasiado los dejo con una breve cita de la experiencia de Lurie:
El hombre le propina un empujón. Retrocede, se queda sentado
de nuevo en el retrete. El hombre levanta la botella. Se le nota cierta
placidez en la cara: ni rastro de cólera. Lo que hace es meramente su trabajo:
se trata de conseguir que alguien le entregue un objeto. Si entraña el
golpearlo con una botella, lo hará sin vacilar. Le golpeará tantas veces como
sea necesario, y su es necesario le romperá la botella en la crisma.[i]
La
desgracia es universal, puede ser
temporal o el adjetivo de toda una serie de eventos en nuestra vida, verla como
un castigo no aminora su carga tan sólo nos permite pensar que es debido soportarla,
y quejarse de la misma no la volverá menos dolorosa o pesada. Lo que hace
Coetzee es poner a consideración la vida humana pero no a partir de la muerte o
la perdida de la misma, se dirige a una desconcertante forma de impactar con la
verdad del sufrimiento, de la naturalidad del mismo. Como diría David Lurie:
“Ni siquiera he murmurado contra lo que me ha caído encima. Al contrario: estoy
viviendo día a día, procurando aceptar mi desgracia como si fuera mi estado
natural.“[ii]
No
es un libro que animará sus días o le dejará un breve calor en el corazón por
un amorío de ensueño, ni siquiera podría asegurar que tendrá una sonrisa; a
menos que la satisfacción de una novela luminosa, que revela la verdad sobre
los eventos desafortunados y la vivencia humana a través de ellos, resulte
gratificante, pero algo es seguro, el lector no quedará indiferente ante tal
obra.
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