viernes, 18 de julio de 2014

Desgracia de J. M. Coetzee

Desgracia de  J. M. Coetzee

Existen varios adjetivos los cuales utilizamos para describir las situaciones que vivimos día a día, podría calificar mi mañana como agradable, mi niñez le sentaría bien el calificativo de extraña; pero hay ciertos instantes o largas temporadas en que la palabra “desgracia“ puede resonar en el ambiente, tocar nuestra perspectiva y sentir el evento como una experiencia desafortunada; tan sólo piense, seguramente algún recuerdo se expresará en su mente. No busco exaltar sus traumas o el derrame de  lagrimas al pedir que piense en una mala pasada, sólo intento poner a consideración un presupuesto del libro que presento: la desgracia es universal, muchas veces su caída sobre nosotros es inevitable.

John Maxweel Coetzee,  profesor de literatura en la Universidad de Ciudad del Cabo, Lingüista, critico literario, ganador del premio Nobel en el 2003 y sus obras son de las pocas de fácil disposición, entre los escritores africanos, es uno de los personajes que me encanta citar cuando alguien pregunta si conozco escritores de África.

En la novela Desgracia la trama gira alrededor de David Lurie, profesor de cincuenta y dos años de literatura, quien mantiene un romance temporal con una bailarina exótica: Soraya. Lurie pierde sus dulces noches y eternos instantes de satisfacción con Soraya porque ella deja el trabajo de bailarina; a pesar de la tristeza que esto le causa en poco tiempo consigue un amorío con Melanie, joven estudiante de su clase la cual seduce a través de los acordes de música clásica y un vino, claro sin olvidar su galantería intelectual. La vida de David va en declive cuando se descubre su relación con su alumna, y ante un actitud soberbia decide renunciar antes de disculparse en público. Al ser objeto de desagrado, concluye trasladarse a la granja de su hija Lucy, en la provincia del Cabo Oriental.

Parecería que nada malo podría suceder a nuestro protagonista pero en la propiedad de su hija las cosas empeoran cuando se enfrenta a un episodio violento que desatara una tormenta de eventos, decisiones, posturas realmente desgraciadas. Para no contar demasiado los dejo con una breve cita de la experiencia de Lurie:

El hombre le propina un empujón. Retrocede, se queda sentado de nuevo en el retrete. El hombre levanta la botella. Se le nota cierta placidez en la cara: ni rastro de cólera. Lo que hace es meramente su trabajo: se trata de conseguir que alguien le entregue un objeto. Si entraña el golpearlo con una botella, lo hará sin vacilar. Le golpeará tantas veces como sea necesario, y su es necesario le romperá la botella en la crisma.[i]

La desgracia es universal,  puede ser temporal o el adjetivo de toda una serie de eventos en nuestra vida, verla como un castigo no aminora su carga tan sólo nos permite pensar que es debido soportarla, y quejarse de la misma no la volverá menos dolorosa o pesada. Lo que hace Coetzee es poner a consideración la vida humana pero no a partir de la muerte o la perdida de la misma, se dirige a una desconcertante forma de impactar con la verdad del sufrimiento, de la naturalidad del mismo. Como diría David Lurie: “Ni siquiera he murmurado contra lo que me ha caído encima. Al contrario: estoy viviendo día a día, procurando aceptar mi desgracia como si fuera mi estado natural.“[ii]

No es un libro que animará sus días o le dejará un breve calor en el corazón por un amorío de ensueño, ni siquiera podría asegurar que tendrá una sonrisa; a menos que la satisfacción de una novela luminosa, que revela la verdad sobre los eventos desafortunados y la vivencia humana a través de ellos, resulte gratificante, pero algo es seguro, el lector no quedará indiferente ante tal obra.





[i] J.M. Coetzee, Desgracia, México, Ed. Debolsillo, 2009, p. 121

[ii] Ibídem, p. 215

No hay comentarios:

Publicar un comentario